La Sagrada Tradición y el Magisterio de la Iglesia

La Sagrada Tradición

Esta palabra viene del latín “traditio”, que significa entregar. Pero entregar, ¿qué? ¿a quién? ¿cuándo? No se preocupe con tantas preguntas, que las iremos aclarando en este artículo. La Iglesia católica la define como la parte de la Palabra revelada por Dios que no pasó a ser escrita en la Biblia pero que sigue viva en la Iglesia.

El Señor pudo escoger distintas formas de comunicar su palabra, sin embargo le dio especial importancia a la predicación oral. Los Evangelios lo muestran predicando y no escribiendo. Luego, confió el mensaje de su reino a los apóstoles, que lo transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de estos, a todo el mundo. La proclamación de la Palabra, de recibir y trasmitir, la realizaron bajo la acción del Espíritu Santo.

Pero, ¿cómo se ha ido revelando el mensaje de Jesús? De dos maneras: 1. De forma escrita. Es la parte de la doctrina contenida en los libros canónicos, llamados Sagrada Escritura. 2. De forma oral, con la transmisión viva de la Palabra de Dios. En conclusión, la revelación escrita está en la Biblia (los libros sagrados); mientras que la que permanece oral se le llama Tradición, la parte de la Revelación no consignada por escrito. Así es como llega a distinguirse la Revelación en sus dos secciones: la Escritura y la Tradición.

Y aquí surge el primer problema, pues los protestantes afirman, que todas las verdades de fe están contenidas solamente en la Biblia. Esta creencia es comúnmente conocida como “Sola Scriptura”. De este principio se han sacado muchas posiciones doctrinales, que no vamos a comentar hoy.

Los Apóstoles fueron conscientes de haber recibido el encargo de conservar fielmente y transmitir inalterada la doctrina que ellos habían recibido. San Pablo emplea las fórmulas de la Tradición cristiana, al indicar los actos correlativos de “recibir”, “transmitir”, “conservar”. Así al narrar la instauración de la Eucaristía en la Ultima Cena dice:

“Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido”.

En otra ocasión, da testimonio de la resurrección del Señor con estas palabras:

  • “En primer lugar les he transmitido esto, tal como yo mismo lo recibí”.

  • “Hermanos, manténganse firmes y guarden fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra o por carta”.

Los demás apóstoles, como Pablo, apelan a una Tradición recibida y transmitida. San Juan aconseja y manda.

  • “Lo que habéis oído al principio debe permanecer en vosotros”.

Conclusión. La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la Palabra de Dios. No se puede, pues, limitar nuestra fe a la Escritura de modo que solo se admita lo escrito, ya que la Tradición y la Escritura son Palabra del Espíritu Santo.

La Tradición ha ido manifestándose sobre todo en los concilios de la Iglesia afirmando: la Divinidad de Cristo, la Maternidad divina de María, la Infalibilidad del Papa, la Inmaculada Concepción de María, la Asunción de la Virgen al cielo, etc.


El Magisterio de la Iglesia

La Comisión Teológica Internacional nos explica:

Tesis I

Se llama Magisterio eclesiástico la tarea de enseñar, que pertenece en propiedad, por institución de Cristo, al colegio episcopal o a cada uno de los obispos en comunión jerárquica con el Sumo Pontífice. La denominación de «teólogo» se aplica a los miembros de la Iglesia, a quienes sus estudios y su comunión de vida en la fe cualifican para promover, según un modo científico propio, una inteligencia más profunda de la Palabra de Dios y asimismo, en virtud de una misión canónica, para enseñarla. Con respecto al Magisterio de los pastores, de los teólogos o doctores y sus relaciones mutuas, la manera de hablar del Nuevo Testamento y de la Tradición que se ha desarrollado durante el curso de los siglos, reviste un carácter analógico, que implica a la vez semejanza y desemejanza. A este propósito, la continuidad es real, y hay que admitir también cambios muy profundos. Las relaciones y articulación recíprocas ente el Magisterio y la teología presentan formas concretas diversas en el correr de los tiempos.

Tesis II

El Magisterio y la teología tienen en común, aunque de una forma analógica y según su modo particular, la tarea de «conservar el depósito sagrado de la Revelación, y de penetrarlo siempre más profundamente, de exponerlo, enseñarlo y defenderlo», al servicio del Pueblo de Dios y para la salvación del mundo entero. Este servicio implica, ante todo, el deber de salvaguardar la certeza de la fe. Esta tarea está asegurada, de diferente manera, por el Magisterio y el ministerio de los teólogos, sin que se pueda ni se deba establecer una separación entre la acción del uno y de los otros.

Tesis III

El Magisterio y la teología están vinculados el uno y la otra, en este servicio común de la verdad, a ciertas obligaciones:

1. Ambos están obligatoriamente guiados por la Palabra de Dios. En efecto, «el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues [...] lo escucha devotamente, lo conserva celosamente y lo expone fielmente, y todo lo que propone para ser creído como revelado por Dios, lo saca de este único depósito de la fe». Por su parte, «la teología se apoya en la Palabra de Dios escrita, lo mismo que en la santa Tradición, como sobre un fundamento permanente; allí encuentra la garantía más sólida de su fuerza y principio de una juventud siempre renovada, mientras que escruta a la luz de la fe toda la verdad encerrada en el misterio de Cristo».

2. Una y otra tienen la obligación de atender al «sentido de la fe» poseído por la Iglesia en el pasado y en el presente. La Palabra de Dios, en efecto, se propaga de una manera vital a través de los tiempos en el «sentido común de la fe», del que está animado el Pueblo de Dios en su totalidad y según el cual «la colectividad de los fieles, teniendo la unción que proviene del Santo, no puede equivocarse en la fe». Como se ve, esto vale en cuanto que se realice «una singular concordia entre pastores y fieles en el mantenimiento, la práctica y la confesión de la fe transmitida».

3. Los documentos de la Tradición en los que ha sido propuesta la fe común del pueblo de Dios, son un término de referencia que se impone tanto al Magisterio como a la teología. Aunque con respecto a algunas de estas enseñanzas el papel del uno y de la otra es diferente, ni el Magisterio ni la teología tienen el derecho de desatender las huellas que la fe ha dejado en la historia de la salvación del pueblo de Dios.

4. Es necesario hablar también de una obligación común nacida de la responsabilidad pastoral y misionera con relación al mundo. Sin duda alguna, el Magisterio del Sumo Pontífice y de los obispos es pastoral por un título específico, pero los teólogos no están exonerados, por el carácter científico de su trabajo, de una responsabilidad pastoral y misionera. Este aspecto pastoral del trabajo teológico debe ser hoy tanto menos olvidado cuanto que los medios modernos de comunicación favorecen una divulgación muy rápida de cuanto concierne a la ciencia. Además en razón de la función vital que debe realizar en el seno del Pueblo de Dios y en su beneficio, la teología debe tender a un fruto pastoral y misionero, y debe realizarlo efectivamente.


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